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Testo a fronte: Ida Vitale

Il Testo a fronte di oggi è dedicato alla poesia: scopriamo la poetessa uruguayana Ida Vitale nella traduzione di Stefano Strazzabosco

Le poesie che si presentano, sotto il comune denominatore del volo e degli uccelli, appartengono a epoche molto diverse nella vita dell’autrice. In particolare, Serie del mimo, Colomba, Farfalla, poesia, Colibrì, Volo, Piccolo regno e Caparbietà dell’assenza provengono da Procura de lo imposible (Fondo de Cultura Económica, México 1998); Farfalle, Uccello, inizio e Finale di fenice da Sueños de la costancia (Fondo de Cultura Económica, México 1988; ma Farfalle è stata pubblicata per la prima volta nella raccolta Sueños de la costancia, 1984; Uccello, inizio in Oidor andante, 1972; Finale di fenice in Cada uno en su noche, 1960).

Ida Vitale, poeta, saggista, traduttrice, è nata a Montevideo, Uruguay, il 2 novembre 1923. Ha studiato Lettere con maestri come José Bergamin, ed è stata invitata da Juan Ramón Jiménez a partecipare a una lettura di giovani poeti, a Buenos Aires. In Uruguay ha lavorato come insegnante di Lettere fino al 1973. Ha collaborato al settimanale “Marcha”; tra il 1962 e il 1964 ha diretto la pagina letteraria del quotidiano “Época”; è stata codirettrice delle riviste “Clinamen” e “Maldoror”. Nel 1974, a causa della sanguinosa dittatura che aveva preso il potere nel suo Paese, ha dovuto lasciare l’Uruguay per stabilirsi in Messico, dove è divenuta amica e collaboratrice di Octavio Paz ed è entrata a far parte della rivista “Vuelta”, oltre a partecipare alla fondazione del settimanale “Uno más uno”.
Considerata una scrittrice della Generazione del ’45, insieme con autori come Mario Benedetti, Juan Carlos Onetti, Carlos Maggi o Idea Villariño, dal 1989 vive ad Austin, Texas, con suo marito Enrique Fierro, anche lui scrittore e poeta.
Nel 2009, insieme con Ramón Xirau, ha ricevuto il Premio internazionale di poesia e saggistica Octavio Paz; nel 2010 l’Università dell’Uruguay le ha concesso un dottorato honoris causa, nel 2014 ha le è stato attribuito il Premio Alfonso Reyes e nel maggio 2015 il prestigioso Reina Sofia de Poesía Iberoamericana.
Tra i suoi libri più importanti, segnaliamo: per la poesia, La luz de esta memoria (1949); Palabra dada (1953); Cada uno en su noche (1960); Oidor andante (1972); Jardín de sílice (1978); Elegías en otoño (1982); Entresaca (1984); Sueños de la costancia (1988); Paz por dos (1994; con Enrique Fierro); Jardines imaginarios (1996); Procura de lo imposible (1998); Reducción del infinito (2002); Trema (2005); Mella y criba (2010). Per la prosa, la critica e a saggistica: Arte simple (1937); El ejemplo de Antonio Machado (1940); Cervantes en nuestro tiempo (1947); Léxico de afinidades (1994); Donde vuela el camaleón (1996); De plantas y animales: acercamientos literarios (2003); El abc de Byobu (2004). 

di Ida Vitale «Serie del sinsonte»

…and if men not hear them
men are old.

e. e. cummings

I

Iridescente en lo más alto de su canto
entre dos luces libre celebra, labra
un elíseo de música en un árbol,
el pájaro burlón, el sinsonte de marzo.

Por la noche sumó nuestros silencios,
los halló opacos, sin centella;
entonces, como un delfín del aire,
hace su prestidigitación de amanecida.

Va hacia arriba con dicha de ráfaga,
sólo afín a su vértigo proprio,
pero regresa siempre a lo discreto,
al negro, al blanco, al gris en que se esconde.

Pone su voz corona donde elige
cima para entregarse a calma o viento,
virazón de delicia en el desierto
del total desarraigo y desaliento.

Él delira sensato en su fragmento.
Tan perfecto este diálogo, este lento
juego de acompañarse y no entenderse
a solas cada uno con su sueño.

II

Canta eterno el sinsonte en el árbol
y es rocío que el sueño refresca,
ola que espuma la punta lejana,
irreversible Iguazú que imagino;

canta el pájaro y cruzamos el vado
¿no se escucha la losa, la túnica,
una risa que aplaza relojes,
un relato que rueda en los siglos?

Canta el pájaro aquí y entreabre
la cerrada, distante ventana
a un silencio que puede ser música
pero nunca sinsonte. ¿Calandria?

III

El largo día es su escenario.
Preciso pasa, precipita cristales,
violas y flautas, triángulos y burla.

Anuncia, ruega, ofrece y nunca queda corto
y hace llover la deliciosa sombra
que al mediodía siempre se le olvida.

Apaga pálidas sirenas
para ofrecer Gato maltés azul
a los que nada ven y nada escuchan.

A los hastiados dice que soñemos,
en el espacio de nuestra ceguera,
otro lugar, otro tiempo pasado. 

IV 

Dice el sinsonte a cada nota:
jilguero, petirrojo, clarín, mirlo
y para que no olvide aquel perfecto
blanco sobre lo blanco de la espuma,
hace un silencio donde vuela,
sol y sal solos, la gaviota.

 

«Paloma»

Posada la paloma
en la pared blanquísima
blanca es y reverbera,
es de veras,
es verbo,
nos venga.
Blanca posada pide,

De pronto es negra.
Vuela.

 

«Mariposa, poema»

En el aire estaba
impreciso, tenue, el poema.
Imprecisa también
llegó la mariposa nocturna,
ni hermosa ni agorera,
a perderse entre biombos de papeles.
La deshilada, débil cinta de palabras
se disipó con ella.
¿Volverán ambas?
Quizás, en un momento de la noche,
cuando ya no quiera escribir
algo más agorero acaso
que esa escondida mariposa
que evita la luz, como las Dichas.

 

«Colibrí»

La resolana que vibra,
un breve sol en el seto,
un ts ts que al aire libra
su peligroso secreto

y ya la flor disminuye
ante el prodigio de la pluma
que surge y deslumbra y huye
y sólo alcanzo por suma

terca de años, en que presa
del hechizo, sigo en vano
la milagrosa destreza
que lo suspenda en mi mano

y entonces por un segundo
sentir cómo late el mundo.

 

«Vuelo»

Hacia infinitos sobre nubes
la soledad va y su prudencia,
la indignación y su cornisa
y la obsesión y su retórica.

Puede la angustia enceguecernos
bajo la rueda perezosa
que hace la muerte a los qu espera.
Se flota entonces entre el pánico,

como este vuelo encaminado
entre caídas en la niebla – previsto azoro –
que levanta mientras avanza,
contra la inercia, todavía,
su obligación de conducirnos
de ninguna parte a ninguna.

 

«Parvo reino»

No basta el pájaro que
silba en la defensa de su rama
ni el arcoiris mínimo,
la cola de pavo real del riego.

No basta un libro,
el silencio donde se logra
trasmutar algo en oro
o esto que agobia, casi pensamiento.

Tu indolencia tiene la edad
de unas páginas inconclusas
y ése es todo tu reino.

 

«Terquedad de lo ausente»

Negro, el perfil de los árboles
contra un cielo,
aún,
de libro de horas.

Un pájaro revisa
en este anochecer
la breve historia de su día,
mientras
la luz que enciendo
flota
sobre el vidrio.

Como flota la vida,
en el vacío.

 

«Mariposas»

Altas, en el poco cielo de la calle,
juegan dos mariposas amarillas,
crean sobre el seriado semáforo
un imprevisto espacio,
luz libre hacia lo alto,
luz que nadie ha mirado,
a nada obliga.
Proponen la distracción terrestre,
llaman hacia un paraje
– ¿paralogismo o paraíso? – donde
sin duda volveríamos
a merecer un cielo,

 

«Pájaro, comienzo»

Fled is that music – Do I wake or sleep?
Keats

Sigo esta partitura
de violentos latidos,
inaudible,
esta alocada médula
escandida por dentro,
canto sin música,
sin labios.
Puedo cantar
en medio del más cauto,
atroz silencio.
Puedo, lo descubro,
en medio de mi estrépito,
parecer una callada playa
sin sonidos,
que atie
que atiende, suspensa,
el grito permitido de un pájaro
que llama a amor
al filo de la tarde.

 

«Final de fénix»

No era verdad
el fabuloso vuelo
pero fingíamos creerlo
por casi hermoso.
Le miramos llegar
a un cielo falso
subiendo su proclama
de oro en oro
en rosa sombría de teatro,
en inerte crepúsculo.
Seguíamos su vuelo
con ácida paciencia.
Pronto,
roído el día
por sus mismos vapores
fue cediendo
ante la noche limpia.
Aguardábamos
el fruto del incendio,
lo imprevesible
figurado en gloria.
A cabo fue cayendo
hacia la tierra,
entre sombras
de vuelos de ceniza.
Y no vimos batir
ala ninguna.

traduzione di Stefano Strazzabosco «Serie de mimo»[1]

…and if men not hear them
men are old.
e. e. cummings

I

Iridescente al culmine del canto
tra due chiarori celebra, libero plasma
un elisio di musica in un albero,
l’uccello burlone, il mimo di marzo.

Di notte ha riunito i nostri silenzi,
li ha trovati opachi, senza scintilla;
allora, come un delfino dell’aria,
compie il suo gioco di prestigio all’alba.

Vola in su con l’allegria di una raffica,
simile solo alla propria vertigine,
ma torna sempre dove è più discreto,
nel nero, bianco, grigio in cui si cela.

Mette la voce di corona dove sceglie
la cima in cui darsi alla calma o al vento,
un’aria di delizia nel deserto
dell’afflizione e di sradicamento.

Delira sensato nel suo frammento.
Così perfetto è il dialogo, il lento
gioco di accompagnarsi e non capirsi
ciascuno faccia a faccia col suo sogno.

II

Il mimo canta eterno dentro all’albero
ed è rugiada che rinfresca il sogno,
onda che spuma la lontana punta,
irreversibile Iguazú che immagino;

canta l’uccello e attraversiamo il guado:
non si sentono la pietra, la tunica,[2] risate che ritardano orologi,
un racconto che rotola nei secoli?

Canta l’uccello qui e socchiude
la serrata, distante finestra
a un silenzio che può essere musica
anche se non un mimo. Una calandra?

III

Il lungo giorno è il suo scenario.
Passa preciso, precipita cristalli,
viole e flauti, triangoli e burle.

Annuncia, prega, offre generoso
e fa che piova la soave ombra
che il mezzogiorno dimentica sempre.

Spegne le pallide sirene
per offrire un Se mi lasci non vale
a chi non vede nulla e nulla sente.

A chi è seccato dice di sognare,
nello spazio del nostro essere ciechi,
un altro luogo, altro tempo passato.

IV

Dice a ogni nota il poliglotta mimo:
cardellino, pettirosso, gazza, merlo
e perché si ricordi quel perfetto
bianco sul bianco della spuma,
crea un silenzio dove vola,
sole e sale soli, il gabbiano.

 

«Colomba»

Posata la colomba
sul muro bianchissimo
è bianca e riverbera,
è veramente,
è verbo,
ci vendica.
Un bianco alloggio chiede,

All’improvviso è nera.
Vola.

 

«Farfalla, poesia»

Nell’aria se ne stava
tenue, imprecisa, la poesia.
Altrettanto imprecisa
giunse la farfalla notturna,
né bella né nefasta,
a perdersi in mezzo a paraventi di carte.
La sminuzzata, debole cintura di parole
si dissipò con lei.
Torneranno entrambe?
Forse più avanti nella notte,
se non vorrò più scrivere
qualcosa che sia più nefasto, magari,
di quella farfalla nascosta
che fugge la luce, come le Gioie.

 

«Colibrì»

Il riverbero che vibra,
un sole breve sul canneto,
un ts ts che all’aria libra
il suo rischioso segreto

e già il fiore si riduce
con un prodigio di piumaggio
che sorge e abbaglia e fugge
e solo osservo per conteggio

d’anni ostinato, mentre preda
di questo incantesimo, seguo in vano
la miracolosa destrezza
che lo sospenda sulla mano

e allora per un secondo
sentire che palpita il mondo.

 

«Volo»

Verso infiniti sulle alte nubi
va questa solitudine prudente,
l’indignazione con la sua cornice[3] e l’ossessione con la sua retorica.

L’angoscia ci può rendere dei ciechi
sotto la ruota che indolente sfoggia
la morte per quelli che aspetta.
Si fluttua allora in mezzo al panico,

simili a questo volo incamminato
tra le cadute nella nebbia – un disturbo previsto –
che toglie avanzando,
contro l’inerzia, ancora,
il suo dovere di condurci
da nessun luogo a nessun altro.

 

«Piccolo regno»

Non basta l’uccello che
fischia in difesa del suo ramo
né il minimo arcobaleno,
la coda di pavone dell’irrigazione.

Non basta un libro,
il silenzio in cui si riesce
a tramutare qualche cosa in oro
o questo che opprime, quasi pensiero.

La tua indolenza ormai ha l’età
di poche pagine incompiute
ed è questo il tuo regno.

 

«Caparbietà dell’assenza»

Nero, il profilo degli alberi
contro un cielo,
ancora,
da libro d’ore.

Un uccello ripassa
in questo farsi notte
la breve storia della sua giornata,
mentre
la luce che accendo
fluttua
sopra il vetro.

Come fluttua la vita,
in mezzo al vuoto.

 

«Farfalle»

Alte,
nel poco cielo della via,
giocano due farfalle gialle,
creano sopra il semaforo seriale
uno spazio imprevisto,
libera luce verso l’alto,
luce che nessuno ha guardato,
che non obbliga a nulla.
Propongono la distrazione terrestre,
chiamano verso un paraggio
– paralogismo o paradiso? – in cui
sicuramente torneremmo
a meritarci un cielo,

 

«Uccello, inizio»

Fled is that music – Do I wake or sleep?
Keats

Seguo la partitura
di battiti violenti,
impercettibile,
questa sventata sostanza
scandita dall’interno,
un canto senza musica,
senza labbra.
Posso cantare
in mezzo al più prudente,
al più atroce silenzio.
Posso, lo scopro,
in mezzo al mio baccano,
sembrare un litorale silenzioso
senza alcun suono,
che ascolta, trepidante,
il grido autorizzato di un uccello
che chiama all’amore
al calar della sera.

 

«Finale di fenice»

Non era vero
il volo favoloso
ma fingevamo di crederci
perché era quasi bello.
Lo vedemmo arrivare
in quel cielo fasullo
alzando il suo proclama
di oro in altro oro
in una rosa ombrosa da teatro,
in un inerte crepuscolo.
Seguivamo il suo volo
con acida pazienza.
Presto,
roso il giorno
dai suoi stessi vapori
cedette poco a poco
alla notte pulita.
Attendevamo
il frutto dell’incendio,
l’imprevedibile
che simulava la gloria.
Infine venne giù
cadendo verso terra,
in mezzo a quelle ombre
di voli inceneriti.
E non vedemmo battere
nessun’ala.

[1] Mimo: si tratta del Mimo poliglotta (sp. sinsonte, nahua cenzontle; lat. Mimus polyglottus), uccello indigeno dell’America dalle dimensioni di un merlo e dal piumaggio poco appariscente. Il nome allude alla sua capacità di imitare il canto di altre specie di uccelli, come anche i richiami dei grilli e delle rane e altri suoni particolari.

[2] La pietra, la tunica: allusione biblica (la pietra tombale dei morti, la tunica di chi, come Lazzaro, sfugge al sepolcro).

[3] L’indignazione con la sua cornice: l’indignazione che, per maggiore enfasi, viene messa in cornice.